De iglesia a museo profano
Cuando entre en Hagia Sophia necesitará un momento para acostumbrarse a la luz tenue. Durante la restauración, las vidrieras a través de las cuales penetraba la luz natural fueron tapiadas. La iglesia está iluminada con un sinfín de lámparas. Sus famosos mosaicos de cristal y oro titilan al compás de las lámparas. Estos mosaicos están repartidos por todo el interior. Bajo esta luz, parece que los azulejos se mueven. Aunque ahora los mosaicos dorados son uno de los principales atractivos artísticos de Hagia Sophia, no siempre han estado a la vista. Hasta 1453, la iglesia, con murales y mosaicos bizantinos, fue una casa de oración cristiana. Sin embargo, cuando Mehmed II conquistó Constantinopla, el edificio se convirtió casi de inmediato en una mezquita. Se retiraron todas las reliquias, se añadieron minaretes, y la cruz de la cúpula fue sustituida por una luna creciente. El nuevo líder ordenó que se cubrieran los murales y mosaicos con yeso blanco. Fue Mustafa Kemal Atatürk, fundador de la Turquía moderna, quien volvió a exponer estas hermosas obras de arte. En 1934, transformó la mezquita en un museo secular y eliminó el yeso, dejando al descubierto otra vez las obras de arte escondidas. Ahora, los visitantes aún pueden contemplar los restos de la antigua mezquita. La cúpula tiene pasajes del Corán y en la parte posterior del museo hay un “minbar” o púlpito. Hay varios escudos de madera, verdes y enormes, con los nombres sagrados islámicos de Dios, el profeta Mahoma y los cuatro representantes de Dios en la tierra, escritos en letras doradas. Al combinarlos con el arte primigenio cristiano, el edificio se convierte en una pieza única.
La columna de la curación
Son muchas las personas que acuden a la entrada del museo. Hacen cola para la «columna de los deseos», un pilar que parece que transpira. La leyenda, que se remonta a antes del año 1200, cuenta que desde que Gregorio Nacianceno se apareció aquí, la humedad de la columna tiene propiedades curativas. Son muchos los que aún pasean sus dedos sobre la desgastada superficie del pilar. El roce diario de un sinfín de visitantes ha hecho que el cobre brille como si fuese oro.