La historia de la Plaza Mayor
Todo comenzó con un modesto mercado en el mismo lugar fuera de las murallas de la ciudad en la Edad Media. Fue llamada Plaza del Arrabal en esa época y, más adelante –fluyendo con el curso de la historia– Plaza de la Constitución, Plaza Real y Plaza de la República. Pero los lugareños siempre la han conocido como la Plaza Mayor. El rey Felipe el Hermoso de la casa de Habsburgo consideró que era un desastre y ordenó al arquitecto de la corte Juan de Herrera la renovación completa de la plaza adornando ricamente la Casa de la Panadería con frescos, como su bastión de resistencia. Después de una serie de incendios en la ciudad, la Plaza adquirió su forma actual: de planta rectangular con puertas en todos los lados, dos alegres parejas de torres una enfrente de otra y rodeada de edificios de cuatro plantas en tonos ocre. Los habitantes de Madrid también podían ver las ejecuciones públicas y las corridas de toros desde uno de los 237 balcones de hierro forjado con vistas a la plaza.
Comer y beber en la Plaza Mayor
La Plaza Mayor es un monumento popular que atrae a miles de visitantes cada día. Muchos vienen a admirar la grandeza de la histórica plaza, pero también a tomar una taza de “café con leche” o un plato repleto de tapas en uno de los soleados cafés al aire libre. Ciertamente, los cafés son turísticos, pero los bares y restaurantes a pocos pasos de distancia todavía son muy auténticos. El Mesón de la Guitarra es ideal para saborear una copa de vino fría o una jarra de sangría, mientras que el Museo del Jamón sirve refrescantes cervezas y bocadillos de jamón ibérico y el Mesón del Champiñón ofrece una amplia variedad de irresistibles tapas.